"Antiguamente había un montón de enfermedades de las que se moría uno, pero la única incurable, lo que se dice incurable, eran los nervios. Si una persona padecía o había padecido de los nervios, no se podía descartar alguna suerte de recuperación para ella, pero inevitablemente acababa recayendo. Los nervios eran una cosa para toda la vida, como la nariz o el matrimonio, y por eso mucha gente les temía más que a un nublado.
Las personas padecían de los nervios como podían padecer de la vesícula o de la próstata, pero con la particularidad lamentable de que los nervios podían agarrarse a cualquier sitio, o sea, que además de tener nervios como escarpias, podían doler y desajustarse, merced a ellos, las partes más recónditas del organismo. Así, por ejemplo, los nervios se podían agarrar a la tripa, que era lo más corriente, y la barriga se hinchaba, y dolía, y entraba flato, pero también podían agarrarse a la cabeza o a la espina dorsal, o incluso hasta el mismísimo corazón. Los nervios eran lo que Dios dijo basta, y es que las personas, en su simplicidad, atribuían a los nervios casi todos los males, o sea, que eran como el Gobierno del organismo y tenía la culpa de todo.
Claro que no se sabía nada de la somatización de la enfermedad, ni de la paranoia, ni de la hipocondria, ni de nada, lo cual, ponía, hay que reconocerlo, muy nerviosa a la gente. Cualquier patatús, cualquier disfunción sin fiebre ni sangre se ponía inmediatamente en la cuenta de los nervios, y épocas hubo en que había más gente delicada de los nervios que hoy cobrando el subsidio de desempleo, y, como en este caso, muchos fundamentaban su modus vivendi en estar mal de los nervios.

Molestias : algunas disfunciones del organismo humano, Rafael Torres. Ed. LIBERTARIAS-PRODHUFI
No hay comentarios:
Publicar un comentario